28/11/09

el Puzle

EL PUZLE

Me siento como la caja de un puzle donde en la tapa veo perfectamente como es mi corazón, mis sentimientos y mis esperanzas.
Pero cuándo abro la caja todo eso son cientos de piezas desparramados en su interior.
La caja se abre cada vez que me llamas, cada vez que te impacientas, cada vez que nos citamos por unos minutos.
Y cuando te veo bella, reluciente con tus ojos brillando y tu sonrisa blanca muchas de las piezas se colocan en su sitio.
Pero hay además esos “espacio-tiempo” donde nuestros corazones se aprietan hasta casi romper nuestro pecho.
Entonces el puzle parece que se coloca en su sitio y la imagen de la caja es igual a su interior.
Pero te vas, no solo se va tu cuerpo, que es solo como la percha donde cuelga tu alma, ella es también la que se va,
Tu pensamiento se aleja rápidamente hacia otros horizontes buscando la oscuridad de lo antiguo lo seguro, lo habitual lo predecible.
Es entonces cuando la caja tiembla se agita las piezas se revuelven y se amontonan sin orden, sin objetivo, sin imagen.

He buscado más allá de las montañas.
Navegado al otro lado de los mares.
He cabalgado por oscuros bosques arañándome la piel.
Camine por áridos desiertos.
Por las sucias calles donde los corazones tienen precio.
He visto cajas grandes de enormes mapas, con amables gráficos, de caminos anchos y cómodos, llenos de señales sugerentes.

He visto pequeñas cajas con mapas de vivos colores, de sugerentes dibujos con lujuriosas curvas. Que olían a inocencia, al frescor de la niñez.

He tocado húmedas cajas, y mis manos resbalaban con el sudor de la escasez, la pobreza, con tapas pintadas mil veces, que olían amargo.

Sus pequeñas manos habrían mi tapa, buscaban con ansia en su interior, sus pequeñas manos acariciaban el fondo y con ojos desorbitados comprobaban que las piezas no estaban ahí.

Esos pedacitos de cartón se habían quedado en el principio del viaje, estaban muy lejos seguramente desparramados sobre una mesa. Esperando tu dibujo, de tacto suave lleno de luces que brillan como tus ojos, con dos pequeñas montañas, como hechas por un niño jugando con la arena, con un prado de hierba fresca y con una gruta llena de dulce almíbar, donde vive un ínfimo ser lleno de sensualidad y gratitud.

Pero yo también abría sus cajas despacio, sin prisa intuyendo mi fracaso, las abría aun sabiendo lo inevitable que aun conociendo tu constante adiós, esas cajas estarían bacías para mí. En la tapa sus montañas muy bellas no eran las tuyas, su prado era árido y espinoso su gruta era demasiado grande y oscura su ser viviente era exigente y poco generoso, esos mapas no eran el tuyo esos mapas no están hechos para mí.

1 comentario:

María dijo...

Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.