17/3/10

No, por favor no, retires tu mano
Solo quería tenerla entre las mías
Quisiera imaginar que mi energía
Pasa a través de mis dedos
Y te llena de luz tu cuerpo
Quisiera sentir que ese junco, que es tu cuerpo
Florece con la semilla de mi amor
Que mi pasión por ti
Llena tu corazón de paz y esperanza

No, no la retires por favor
Solo será un momento, solo un segundo
Que el calor que me inspiras
Caliente esas manos tan frías para mí
Recuerdo el tiempo que inquietas me buscaban
Porque no se detuvo el tiempo entonces.

BESUS ROBADOS

En medio de este sincero invierno que clava el frio con su bisturí de viento en mis carnes, ayer te robe unos besos calientes y húmedos que hicieron mojar de lágrimas mi alma. Recuerdos del cambio de los papeles, recuerdos de cuando sentada en mis rodillas de cualquier banco me comías con los tuyos, con tus besos.
Cada mañana le pregunto a mis cartas cual es el Dios que te mueve ahora, que lo que era ayer pasión celestial es hoy pecado para él, y no saben ni mis cartas que contestar.
Este invierno me mata, pero no es el frio de la calle que la palia tu fiel estufa siempre pegada a mi lado, es la gélida humedad que dejan tus besos robados que se hielan en mi alma.
No sé por qué busco como un tonto otros besos contra más lejos mejor, si mi corazón me grita “es inútil ya nunca más vas a encontrar besos tan cálidos y sinceros como aquellos”. Debería aceptar la generosidad de tu estufa que hace esfuerzos por calentar mis rodillas, aquellas rodillas que una vez calentaban tus piernas sentados en un banco cualquiera de una calle cualquiera.
Soy para ti el último eslabón de un collar de sentimientos, mientras que el primero el más cerca de tu pecho se ha atado ahora a un frio corazón que no sabe besar, mi boca se abre inútilmente esperando aquel aliento caliente y húmedo que me daba la vida.
A lo mejor será porque yo no sé llorar o será porque esta es mi manera de hacerlo.
Pero como tú dices siempre, la verdad o la vida es así de injusta.

28/11/09

el Puzle

EL PUZLE

Me siento como la caja de un puzle donde en la tapa veo perfectamente como es mi corazón, mis sentimientos y mis esperanzas.
Pero cuándo abro la caja todo eso son cientos de piezas desparramados en su interior.
La caja se abre cada vez que me llamas, cada vez que te impacientas, cada vez que nos citamos por unos minutos.
Y cuando te veo bella, reluciente con tus ojos brillando y tu sonrisa blanca muchas de las piezas se colocan en su sitio.
Pero hay además esos “espacio-tiempo” donde nuestros corazones se aprietan hasta casi romper nuestro pecho.
Entonces el puzle parece que se coloca en su sitio y la imagen de la caja es igual a su interior.
Pero te vas, no solo se va tu cuerpo, que es solo como la percha donde cuelga tu alma, ella es también la que se va,
Tu pensamiento se aleja rápidamente hacia otros horizontes buscando la oscuridad de lo antiguo lo seguro, lo habitual lo predecible.
Es entonces cuando la caja tiembla se agita las piezas se revuelven y se amontonan sin orden, sin objetivo, sin imagen.

He buscado más allá de las montañas.
Navegado al otro lado de los mares.
He cabalgado por oscuros bosques arañándome la piel.
Camine por áridos desiertos.
Por las sucias calles donde los corazones tienen precio.
He visto cajas grandes de enormes mapas, con amables gráficos, de caminos anchos y cómodos, llenos de señales sugerentes.

He visto pequeñas cajas con mapas de vivos colores, de sugerentes dibujos con lujuriosas curvas. Que olían a inocencia, al frescor de la niñez.

He tocado húmedas cajas, y mis manos resbalaban con el sudor de la escasez, la pobreza, con tapas pintadas mil veces, que olían amargo.

Sus pequeñas manos habrían mi tapa, buscaban con ansia en su interior, sus pequeñas manos acariciaban el fondo y con ojos desorbitados comprobaban que las piezas no estaban ahí.

Esos pedacitos de cartón se habían quedado en el principio del viaje, estaban muy lejos seguramente desparramados sobre una mesa. Esperando tu dibujo, de tacto suave lleno de luces que brillan como tus ojos, con dos pequeñas montañas, como hechas por un niño jugando con la arena, con un prado de hierba fresca y con una gruta llena de dulce almíbar, donde vive un ínfimo ser lleno de sensualidad y gratitud.

Pero yo también abría sus cajas despacio, sin prisa intuyendo mi fracaso, las abría aun sabiendo lo inevitable que aun conociendo tu constante adiós, esas cajas estarían bacías para mí. En la tapa sus montañas muy bellas no eran las tuyas, su prado era árido y espinoso su gruta era demasiado grande y oscura su ser viviente era exigente y poco generoso, esos mapas no eran el tuyo esos mapas no están hechos para mí.